viernes, 5 de marzo de 2010


El día que me merezcas habrás hecho tanto por mi como lo que yo ya he hecho por tí. Poner cara de que estás conmigo cuando nadie más lo está. Y ponerla hasta partírtela si hace falta por cualquier tontería indefendible que se me caiga de la boca. Hacer ver que tengo razón aun cuando ya hace rato que me la quitan de las manos, oiga. Y aflojármela un poco cuando ya hacía tiempo que me estaba atragantando. Nuestra amistad dará por fin balance cero, pero un cero con muchos unos a su izquierda y bien relleno de aparentes sobras, como todo buen relleno.

Esta sensación de no llamarte, ni oírte lo suficiente no creo que desaparezca, pero como mínimo tendré claro que a ti también te compensa.
Ya sé que nada cambiará demasiado por tu parte el día que me merezcas. Seguirás sin exigir tu cambio, como hasta ahora. Seguirás al otro lado de mis cosas, como hasta siempre. Con la distancia prudencial del que viaja todo el trayecto por el carril de al lado, exactamente a la misma velocidad, seguramente hacia cualquier destino menos el mío. Pero mira, igual para entonces ya me siento mejor.
Mientras tanto, tendrás que conformarte con lo que hay. Mientras tanto, tendrás que perdonarme si sigo siendo fecha en tu calendario, inversión al cero por ciento de interés, llamada perdida de tanto en tanto que te recuerda que tenemos que quedar, y ese encuentro esporádico con todas las garantías de poder retomar las cosas justo en el punto donde las dejamos. Lo que más echo de menos son nuestras sonrisas infinitas.

Ahora que lo pienso, es difícil que llegue el día en que me merezcas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario